Por Luis Vargas Santiago_ Director de Contenidos AURA auracultura.com
Hoy, que muchos vivimos un encierro doméstico a causa de la pandemia de la Covid-19 y que acaban de cumplirse 101 años de la muerte del Caudillo del Sur, la exposición Emiliano. Zapata después de Zapata, también conocida en redes como #ZapataDespuésDeZapata, presentada en el Museo del Palacio de Bellas Artes (Nov. 27, 2019-Feb. 16, 2020), parece mucho más lejana de lo que en realidad está. Fue hace apenas cuatro meses cuando la polémica en torno a la representación del “Zapata gay” estalló en redes sociales, periódicos y en las conversaciones cotidianas de muchas y muchos mexicanos.
Cuando en AURA decidimos apostar por este proyecto como una de nuestras curadurías, no teníamos idea de lo que Zapata iba generar en la esfera pública y sobre todo cuán determinante iba a ser para varias de las agendas de género e inclusión que veníamos trabajando y las que vendrán. El proyecto nació de mi investigación doctoral en la Universidad de Texas en Austin. A partir de 2016, junto a los miembros de AURA y el equipo del museo, comenzamos a reimaginarlo como una exposición que ofreciera un recorrido crítico por más de cien años de imágenes zapatistas.
Nos interesaba ocupar las salas de Bellas Artes, para muchos la catedral de la alta cultura en México, con obras que no sólo rindieran culto al héroe campesino de la revolución institucionalizada, sino que también visibilizaran cómo la figura de Emiliano había inspirando a muy distintos artistas y servido para abanderar causas sociales y políticas a lo largo del tiempo, pero también para cuestionar al corporativismo estatal, el machismo y otros tantos mitos de la nación mexicana.
Por eso, quisimos presentar las muchas caras de Zapata y hacer hincapié en algunos aspectos de la historia que no siempre se discuten — por ejemplo, la importante participación de las mujeres en el conflicto revolucionario, o la cercanía del zapatismo histórico con la religiosidad popular y el guadalupanismo — o bien, revisar de forma crítica cómo tras la muerte de Zapata en 1919, su legado fue aprovechado por el gobierno posrevolucionario para controlar a los grupos campesinos y afianzar los discursos oficiales de la nación indígena y mestiza.
La exposición reunió más de 140 pinturas, esculturas, gráfica, videos e instalaciones provenientes de más de 60 colecciones públicas y privadas. Y mostró el trabajo de artistas tan importantes como Diego Rivera y María Izquierdo, al lado de otros menos conocidos en México, como los chicanos Nao Bustamante y Rupert García, o de artistas jóvenes como Edgardo Aragón y Fabián Cháirez. Estas reseñas de la exposición dan un panorama claro del espectro amplio que cubrió: Letras Libres y Artforum. Con 66 días abierta al público, la muestra recibió más de 130,000 visitantes, equivalentes a 1,983 visitantes por día o bien a llenar 13 veces el auditorio nacional. Los domingos cuando la entrada a Bellas Artes es gratis, las salas Nacional y Diego Rivera donde se exhibió #ZapataDespuésDeZapata estuvieron al máximo de su capacidad. Menciono estos datos porque las salas de museo repletas de interesados, curiosos, turistas o despistados son una experiencia que difícilmente volveremos a tener después de la pandemia del Covid-19.
Esta era la primera vez que el arte chicano, es decir, el producido por artistas cercanos al movimiento mexicoamericano de derechos civiles en Estados Unidos, tenía un espacio central en Bellas Artes. La imagen de Zapata fue de vital importancia para los chicanos, pues los acercaba a la defensa de la tierra y los derechos comunitarios, al tiempo que legitimaba un proyecto cultural y artístico mexicano en suelo estadounidense.
También estuvieron ahí las imágenes de un Zapata guerrillero vinculado a los movimientos disidentes de los años 1970 o más tarde al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Junto a ellos se presentaban también otros disidentes que, desde el género, produjeron rotundas críticas feministas a lo que representa Zapata como macho encumbrado del nacionalismo mexicano, o bien la disidencia homosexual que alteró, modificó, travistió y cuirizó las representaciones hegemónicas de lo masculino para hablar de opresión, discriminación y otras maneras de ser hombre en México.
Sabíamos que algunos de estos muchos Zapatas podían generar incomodidad en algunos visitantes. Sin embargo, tuvimos la certeza de que había que incluirlos y potenciar la conversación reflexiva, compleja y plural que permite el arte y que los museos como foros de lo público deben garantizar. La exposición se inauguró sin contratiempos el último miércoles de noviembre y paulatinamente comenzó a generar el debate crítico, maduro y pacífico al que aspírabamos.
Todo cambió unos cuantos días después, cuando una de las obras que incluimos en la sección de las disidencias sexuales de la exposición fue seleccionada por el área de Comunicación de la Secretaría de Cultura como una de las imágenes para representar oficialmente la muestra. La inserción de la obra Revolución (2014) del pintor Fabián Cháirez en un periódico de circulación nacional y su aparición en las redes sociales de la Secretaría detonó una atención enorme al proyecto y generó posiciones encontradas entre quienes veían en la representación de un Zapata afeminado un insulto y quienes creían que era un estandarte de la libertad sexual y artística.
Lo que nunca esperamos es la cascada que se vendría después: una violencia inusitada en un museo, intentos de censura de una parte de los herederos de Zapata, la toma del Palacio de Bellas Artes por organizaciones campesinas, la respuesta solidaria de activistas LGBTI+ y miembros la comunidad cultural, y el inesperado y arbitrario acuerdo por medio del cual la Secretaría de Cultura no defendió la libertad creativa hasta el final y, en su lugar, aceptó incluir al lado de la obra Revolución un texto donde la familia Zapata expresaba su desaprobación de la representación de Cháirez. Esta concesión con una familia sobre la imagen de un héroe que es de dominio público sienta un precedente muy peligroso para la libertad de expresión en México. Este no es el espacio para recuperar en detalle el escándalo, sus momentos clave, los aciertos y desaciertos de las autoridades de la 4T y las muchas reflexiones que nos dejó. Aquí hay algunas notas que pueden ayudarnos a refrescar la memoria (Hyperallergic, Artishock, Artnews, El Universal) y una entrevista que me hicieron cuando estábamos en pleno ojo del huracán.
Lo que nos interesa hacer notar, en cambio, es cómo la oposición a la representación gay de Zapata es una muestra fehaciente de la intolerancia que pervive en buena parte del país, pero sobre todo que es parte de la incapacidad que como sociedad amplia tenemos para revisarnos crítica y pluralmente. Las amenazas e intentos de censura a la obra de Cháirez y a la exposición en general no son formas inocentes de intolerancia o discriminación, sino formas concretas, altamente nocivas, en las que una ideología patriarcal se expresa e intenta normar la vida de todas y todos a partir de lo que “ellos” identifican como correcto. Estas formas de violencia se conectan con otras formas más graves de la violencia de género hacia la mujer y los grupos de la disidencia sexual que no podemos dejar pasar más. Por eso es que el arte y los museos deben seguir configurándose como espacios plurales para la expresión y el disenso pacífico de los muchos que vivimos en este país.
Uno de los efectos más positivos y alucinantes que trajo la polémica de lo que hemos dado en llamar el “affaire Zapata” fue la enorme producción de memes, gifs y stickers del Zapata gay. ¡Bien dicen que no hay mejor campaña que la censura! Pues bien, aquí esa máxima se cumplió con creces. Aquellos que no querían ver una imagen feminizada del héroe campesino obtuvieron todo lo contrario y recibieron miles de nuevos Zapatas maricones. Sin buscarlo, la obra de Cháirez ya pasó a la posteridad, convirtiéndose en un icono de las libertades sexual, de expresión y artística. De hecho, la pintura del Zapata gay fue nombrada como uno de los eventos culturales del arte como protesta más inolvidables de 2019 por el periódico L.A. Times. La polémica constató además la hipótesis central de la exposición: que la imagen de Zapata es indomable, capaz de provocar cosas y que no pertenece a un sólo grupo, familia o Estado. Zapata vive y sus luchas siguen y seguirán por mucho tiempo.
Y para abonar a los archivos de la cultura visual mexicana y reirnos un poco, aquí les dejamos una compilación de los memes e ilustraciones que más nos gustaron o parecieron originales.
Escrito en algún lugar de la Del Valle, CDMX a 10 de abril de 2020.
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Por Maricarmen Martínez López_ Coordinadora de comunicación. AURA auracultura.com
Esta galería de imágenes proviene de un viaje por la iconósfera entre la segunda semana de diciembre 2019 y las primeras de enero 2020, tiempos del “affaire Zapata”. En apoyo al artista, a la exposición y al museo, y como manifestación artística contra las reacciones homofóbicas en la esfera social, varios creativos realizaron sus propias interpretaciones de La Revolución de Fabián Cháirez o como era nombrado en las redes sociales, el #zapatagay. Ya sea en atención a una convocatoria o por iniciativa propia, es posible encontrar cientos de ilustraciones, dibujos, bocetos, imágenes intervenidas y hasta representaciones del Zapata feminizado. La mayoría de estas representaciones fueron realizadas por artistas y entusiastas, cuya autoría fue perdiéndose en el incesante tráfico de imágenes virtuales. ¡A todxs ellxs nuestro reconocimiento!
A la par, y como es costumbre, cientos de memes alusivos al Zapata gay se insertaron en la conversación acentuando temas de crítica a las masculinidades tóxicas, la historia y la política mexicana, las tendencias en el arte contemporáneo y las constantes referencias a la cultura popular.
Aquí una pequeña compilación de las más representativas:
Agradecemos a la historiadora Renata Ruiz Figueroa habernos ayudado con parte de la investigación para este archivo digital.